El Diccionario de la Real Academia Española (Drae) define la conciencia
así: “(Del latín, conscientia). Conocimiento, noción: tener conocimientos de
sus derechos. Sentimiento interior por el cual aprecia el hombre sus acciones.
Moralidad integridad”.
Traigo esto a colación, motivado a que en días recientes me encontraba
en una cola de una entidad bancaria, en Cagua. Mientras esperaba, conversaba
amistosamente con un joven que estaba delante de mí. Varios fueron los temas de
los que hablábamos, entre ellos, mi interlocutor empezó a referirse
espontáneamente a la política nacional. Las normas del buen oyente se hicieron
presentes.
En su perorata arguyía sobre las debilidades del Gobierno:
que si la inflación, la deficiencia de los servicios públicos, la inseguridad,
y hasta llegó a comparar nuestro país con otros confines. En fin, un listón de
problemas. Casi que enderezaba el mundo. Por su puesto, que el hombre acertaba
muchas cosas. Es incuestionable; aunque no arrimó ninguna bola para el mingo.
Bueno, es parte de la tolerancia.
Mi colocutor, simultáneamente, degustaba de un cafecito negro que le
había vendido un buhonero, mientras continuaba denigrando de nuestra tierra.
Quedé perplejo de su doble discurso, porque quien lanzaba epítetos hacia
nuestra pequeña Venecia, después de beberse el negrito, en lugar de echar el
vasito en una papelera, lo arrojó al piso, inmisericordemente.
Ante tal acción, le dije: “Si queremos una mejor Venezuela, debemos
comenzar por nosotros mismos. Que era una falta de conciencia”. Noté que el
sujeto empezó a ponerse como verde, es más, se quedó mudo como un
cementerio.
Esto me hizo convalidar más que una Nación se construye con el esfuerzo
de todos, aun en las meras actuaciones. De nada vale estar dándonos golpes en
el pecho cuando individualmente cometemos actos que dañan la imagen del país.
Por ello, digo sin sonrojos “¡El ejemplo comienza por casa!”.
José García
Abogado
guaicaipuro14@hotmail.com
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