Ya se suman a esta interrogante
innumerables quejas, peticiones, molestias y hasta súplicas con relación a la
presencia y permanencia de perros en las estaciones, andenes, pasillos,
escaleras y hasta vagones de los trenes del sistema Metro de Caracas.
En lo personal, he abordado a funcionarios del Metro en servicio y
todos dan la misma respuesta: que no tienen personal para eso, que eso no es su
competencia, que lo tienen en reporte. Y me pregunto: ¿qué hacemos con el
perro?
Ya sabemos que un perro mantuvo en vilo por un mes a todo el
personal del Metro, a ONG protectoras y hasta a los Bomberos de Caracas al
ingresar a los túneles y no poder rescatarlo. Ya sabemos que muchos de esos
perros sufren heridas y hasta mueren en las escaleras mecánicas y los túneles;
ya sabemos que los perros desmeritan la imagen y ensucian los espacios del
Metro de Caracas, pero muchos otros logran establecerse y hacer vida en algunas
estaciones.
No quiero hacerlos ver como un problema grave (porque seguro los
exterminan); veámoslos entonces como una muestra de nuestras incapacidades como
legisladores, como institución y como ciudadanía para lograr alguna solución favorable
para los animales y, por ende, a las instituciones y a la ciudadanía.
Las ONG y particulares protectores no se dan abasto con la manutención
de los perros que tienen en sus refugios y tanto las autoridades como misiones,
al parecer, tienen los mismos problemas.
Hay un asunto de fondo que debe ser muy complejo y que nos impide
legislar de manera efectiva el asunto de la protección animal en Venezuela. En
lo particular,
lo denomino desidia, pero desidia generalizada
y potencializada. Quizá en nuestro país tenemos mayores problemas o de mayor importancia
que crear y aplicar una legislación de protección animal justa (para el
animal), pero vuelvo y repito: ¿qué hacemos con el perro?
NATHAN RAMÍREZ
nathan1969@gmail.com
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