lunes, 1 de febrero de 2016

Confeccionando a un maestro

En la factoría más misteriosa y celestial, se reunieron los eminentes arquitectos, los acreditados carpinteros y los sobresalientes menestrales empíreos que debían fabricar al maestro excepcional.

Tiene que ser vigoroso, expresó uno. También debe ser dulce, comentó otro de los afanados expertos. Debe ser justo en momentos decisivos, alegre y comprensivo en los momentos tiernos.

Otro de los presentes dijo tiene que tener firmeza y mansedumbre. Debe saber dar buenos consejos. Hablar a todos de salud, felicidad y prosperidad. Hacer que los demás sientan siempre que hay algo bueno en ellos. Sonreír siempre y que su sonrisa sea para todo. Ser suficientemente tolerante, firme y generoso para combatir la pesadumbre, la pasión y el miedo. Que toque vidas, construya caracteres que duren toda una eternidad.

Que pinte imágenes en las memorias de los estudiantes y haga impresiones en las tablas del alma.

Que descubra talentos y tesoros en sus estudiantes. Se haga progresivamente innecesario.

Que inspire, enseñe más por lo que es que por lo que dice.

Debe guiar sin dictar y participar sin dominar.

Tiene que desarrollar estudiantes que puedan crear su propia imagen.

Cómo es posible, interrogó uno de los menestrales, poner tal cantidad de cosas en un solo cuerpo.

Claro que sí es posible, expresaron los demás a coro, porque ese ser humano que va a ejercer tan delicada misión, Dios lo va a dotar de un cerebro único y un corazón para que en los momentos de angustia sea justo y recto, que perdone y corrija con paciencia, y sobre todo que esté dispuesto aún al sacrificio por los suyos y que dirija estudiantes con ejemplo, porque al final de su honroso y largo trabajo, cuando haya terminado su tarea, sienta la satisfacción de la labor cumplida y desde lejos escuche con alegría, ese que va allí es mi Maestro, Él me enseño desde el corazón, abrió la puerta de mi entendimiento, dejándome entrar solo para que pudiera tocar mi futuro. Lo comparo con una vela, se consume a sí mismo para dar luz a otros.

Henry Lira
corozo1958@hotmail.com

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