Son las 7 am, aún el supermercado
no abre sus puertas; sin embargo, ya hay personas “dateadas” haciendo la cola para
llenar sus mochilas itinerantes. Día tras día, llegan más motorizados con morrales
al hombro y casco en mano.
Lo que hasta hace poco era inusual,
progresivamente se ha ido convirtiendo en algo cotidiano, odiosamente
cotidiano. Pobres especulando a pobres. ¿Por qué tanta indiferencia de algunas
instituciones ante tan grave situación? ¿Cómo es posible que los residentes de
la zona permanezcan tan pasivos ante las constantes agresiones, no solamente de
los “invasores”, sino también de los supermercados?
Siempre llego a la misma
conclusión: Si la comunidad no se organiza en los barrios y urbanizaciones para
desarticular esas mafias, seguiremos mordiéndonos la lengua y tragándonos la
frustración diaria convertida en amargura.
Sugiero que cada supermercado o
bodega venda sus productos regulados solamente a los residentes de la zona.
Esta solicitud de manera temporal hasta que se normalice la distribución de
productos.
En los barrios existen las
bodegas tradicionales y las de Mercal. En las urbanizaciones existen los
supermercados por todos conocidos.
Hagamos este ejercicio y
probablemente las colas se verán reducidas a su mínima expresión.
Claro que se va a necesitar apoyo
de todos para que se puedan ver los resultados en poco tiempo.
Por una parte, el ente que regula
a estos establecimientos debe estar más presente, proactivo y menos reactivo.
Los Mercales deben ser
gerenciados por los consejos comunales y la red de mercados privados debe tener
una constante comunicación con los vecinos agrupados en consejos comunales,
asociaciones de vecinos o juntas de condominio.
Reitero, lo importante es comenzar
a ver disminuir las colas e ir desarticulando las mafias que manejan el
“bachaqueo” (la punta del iceberg) que tanto daño le hace a la comunidad hoy
por hoy.
Es hora de pasar todos de la queja
y de la amargura diaria a la acción permanente.
ANTONIO PADRINO
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