jueves, 21 de marzo de 2013

EN ÚNA DE VALORES: Educar para la esperanza


Educar es dar razones para tener esperanza y vivir de otra manera. Educar es apostar por una persona para que tenga un mundo mejor. Con la educación decidimos el presente de hijos y educandos. A ellos hay que formarlos y cuidarlos debidamente porque sobre su conciencia recae la inmensa responsabilidad de inculcar valores y principios a las próximas generaciones.
Muchachos y muchachas tienen que entender que la vida tiene un sentido y, por mal que estén las cosas, la esperanza es el tónico del espíritu que nos alienta y nos empuja a la acción eficaz, sin que se apodere de nosotros el desaliento.
La esperanza es una apasionante aventura alentada por la irrenunciable confianza de que algo cambiará a mejor y para bien y terminará convirtiéndose en el talante inconfundible de actitudes y buenos principios de cada ser humano. "El hombre de esperanza es una persona centrada que ha hecho del amor la razón de su existencia y encuentra la felicidad en la actitud de servicio, en ser útil a los demás y en la entrega gozosa a la defensa de la verdad y del bien" (citado por Benedicto XVI en su encíclica Salvados en esperanza).
Los padres, educadores por excelencia, y cada maestro es su escuela, como mensajeros de paz, son sembradores incansables de esperanza. Desde la alborada hasta el ocaso, participan con alegría en el esfuerzo para hacer más bello, más humano y más fraterno el rostro de hijos y educandos, y enseñan el camino para robustecer su esperanza y la alegría de una convivencia sana.
Los problemas que tenemos son causados por los hombres y debemos resolverlos los hombres con nuestra fe y nuestra esperanza de una vida en mejores condiciones.
Los triunfadores, en cualquier época de la historia, fueron y son hombres y mujeres de esperanza. No se quedaron a dormitar a que el éxito llamara a su puerta.

Wilman Palencia
Periodista
Hab. El Paraíso
picure2@hotmail.com

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