La única vez en que yo veo que desaparecen las motos es cuando cae un palo de agua.
Además de que se refrescan los jardines y se alegran las flores, también lo hacen las calles y las avenidas, estas últimas por partida doble, pues a la vez de que se echan un baño se les desaparecen las motocicletas.
Hay que ver lo que deben haber sufrido con las siete plagas de Egipto si nosotros con una en particular nos hemos visto obligados a reconstruir lo que aprendimos cuando nos enseñaron a manejar.
Y lo peor es que no se puede contar con la lluvia para volver a la normalidad, tal como la vez que tuvimos que esperar amenazados con las sombras y las penumbras cuando se nos secaron los diques y las represas, pues no se pueden estremecer las nubes para que suelten agua y no dejar así a que sea el destino con sus leyes las que nos resuelvan el problema.
La única opción es que les adicionemos desde ya un adendum que diga que moto que se vea rodando sin placa será decomisada y que diga que se escogerán miles de personas probadamente honestas y honradas que se constituirán en fiscales ad honorem sin salirse de sus carros; y abuso que vean lo denunciarán con placa a un 0800.
Ese organismo (el que maneje el 0800) aplicará sanciones que irán desde un regaño hasta quitar la moto.
Así se cuidarán del fiscal que acecha y que no ven y a la vez disminuirá tanto abuso incontrolable que vemos a diario cometido por las grandes minorías de los motorizados.
De lo contrario, seguiremos cantando: “Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva, los pajaritos cantan, la bruja se levanta, que sí, que no, que caiga un chaparrón”.
José Durabio Moros
Habitante de El Hatillo (Mir)
Ingeniero
josedurabio@gmail.com
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