Con eso se vive y se aprende a vivir. Pero, si usted es padre de uno de esos ángeles con discapacidad severa que Dios nos envía, ese pensamiento se transforma en angustia y ansiedad porque su futuro no depende de ellos ni de los bienes que les podamos dejar. Dependen de la nobleza, de la humanidad y de la capacidad de amor de quienes asuman el rol de cuidarlos cuando sus padres no estén.
Días atrás, Rosángel Alfonzo, mi compañera del Consejo de Lectores de Últimas Noticias, escribió una nota titulada “Preocupación por mis niños”.
En ella nos plantea su situación y su angustia, la misma de varias familias venezolanas que tienen como centro de vida un hijo con esta situación.
Sin embargo, no se queda solo con presentarla, sino que hacen un llamado a la sociedad toda y al Estado venezolano para que hagamos conciencia y reflexionemos sobre esta realidad.
Nos pide que la ayudemos a impulsar proyectos y compromisos en la legislación venezolana que propicien seguridad, bienestar, recreación y salud en instituciones que sirvan de albergue a esos ángeles cuando ya su familia no esté, además de una asignación monetaria que ayude a su manutención.
Esto es lo digno y lo justo con esos ángeles especiales, pero también con esos padres especiales.
Apoyo y convoco a gobernantes, periodistas, diputados, médicos, ciudadano común y corriente, familias como las de mi compañera Rosángel, para que nos propongamos entender y comprender lo que significa la discapacidad severa e iniciar una campaña para impulsar los cambios y mejoras en las leyes para la protección de esos ángeles del cielo aquí en la tierra.
Pedro Sandoval
sandoval.pm@gmail.com
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