Lo que más llamó mi atención es lo trabajador y servicial que es su pueblo a pesar de las grandes dificultades socioeconómicas que hoy padece todo el país, de las cuales esta región no escapa.
Hablar del Táchira y no echarse una escapadita a la hermana República, específicamente a la ciudad fronteriza de Cúcuta, no es conocer el Táchira.
Por tal motivo, crucé hacia el otro lado. ¡Qué sorpresa tan agradable me llevé! Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, es en la actualidad una ciudad próspera, limpia, con gran actividad comercial como en el pasado lo fue nuestra Venezuela; es segura.
Una de las cosas que me indignaron de la visita a esa ciudad fue ver cómo los venezolanos van a vender mercancías (alimentos, combustible, celulares Vetelca, artículos de aseo personal, etc.) “porque allá los pagan muy bien” (en pesos colombianos, moneda que sí es fuerte, mientras el bolívar se ha devaluado sin cesar), esa es la frase que repiten sin parar los que se dedican a cruzar a pie o en carro el puente Simón Bolívar pasando mercancía hacia el otro lado.
A mí nadie me contó esa serie de irregularidades que ocurren en el paso fronterizo, yo misma las vi y lo comprobé con unos amigos cuando visitamos una zona comercial en Cúcuta.
Es asombroso ver como proliferan productos venezolanos que tienen tiempo desaparecidos. Los mismos son exhibidos por comerciantes informales así como en pequeños comercios. Al estar dentro de Cúcuta lo que sorprende es la cantidad de pimpinas de combustible venezolano y de personas apostadas a un lado de la carretera con pacas de billetes venezolanos que cambian bolívares por pesos.
Vale preguntarse: ¿hasta cuándo se va a permitir que la economía del Táchira y la del resto del país siga estancada y dependa de lo externo?
Miriam Cuevas
Internacionalista
La Pastora
mairimc27@yahoo.com
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