La moda francesa traída por Guzmán Blanco dominó la escena en el siglo XIX no solamente en Caracas, sino también en las carreteras y hasta en los puentes; incluso el mismo Gustave Eiffel, según cuenta la leyenda, prestó uno colgante y prefabricado en hierro para ponerlo sobre el río Cuyuní.
Comenzaba un afán por superar las márgenes de nuestros grandes ríos que muy pronto abarcaría al Orinoco cuando Lustgarten, aquel polaco que a la postre diseñaría también el puente sobre el Lago de Maracaibo, proyectó por fin el primer pasaje sobre el río que posteriormente construyó una empresa venezolana, la misma que sustituyó hace poco y en tiempo récord el puente caído de la autopista Caracas- La Guaira por un imponente viaducto.
Fue así como comenzó a gestarse el imponente Puente Mercosur, el más largo de Latinoamérica, al cual se le puso ese nombre premonitorio dado aquel sueño largo e inquebrantable de integración con los países del sur, ya hecho realidad. Hoy, 6 años después de su gestación, Mercosur está construido en 62%. Un puente que es cuatro veces más largo que su antecesor y que además incluye una línea férrea, y que si no hubiese sido por los inconvenientes laborales y económicos surgidos el presidente Chávez lo hubiese inaugurado.
El puente Mercosur integrará a la región de las industrias básicas con el nuevo polo de desarrollo nacional que está enclavado en el geocentro del país, justo sobre Cabruta, una inmensa explanada de comprobada vocación agrícola y que posee inmersa a la Faja Petrolífera del Orinoco, hoy por hoy generadora principal de nuestra riqueza más importante.
Son consecuencias de un sueño presidencial de visión universal, un sueño que se convierte en base integradora para el progreso, que significa 15 veces más vialidad sobre nuestro magno río y que incluye a un tren que en cada pitido muy pronto recordará que si no hubiese habido sueños no hubiese habido obras.
José Durabio Moros
josedurabio@gmail.com
martes, 19 de agosto de 2014
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