“Mírate en ese espejo” es una expresión
bastante conocida, si se quiere un refrán popular, al cual se le puede sacar
mucho.
Por
ejemplo, si le queremos decir a alguna persona que lo que lleva puesto no le
queda bien, pero tememos ofenderla, le decimos “¿ya te viste en el espejo?”, lo
que significa coloquialmente “a buen entendedor, pocas palabras”. Como ese,
podría escribir muchos otros ejemplos.
Hoy,
quiero hablar de algo que está sucediendo en el país y que en conversaciones
con colegas y socios nos hemos dado cuenta de que se está generalizando y
podría decantarse en un conflicto mayor al que ya estamos viviendo. Ese
problema es el siguiente.
Desde
las autoridades del Gobierno central hasta el ciudadano común, se está haciendo
normal el hecho de que, al referirnos a quienes consideramos que están en
contra nuestra, lo hacemos empleando una serie de palabras ofensivas, groseras
y altisonantes.
No
nos hemos percatado de que, cuando utilizamos esas descalificaciones, no lo
hacemos con el simple objetivo de ofender, sino que lo hacemos reflejando en
esas personas lo que no nos gusta de nosotros y que vemos de forma exagerada en
el contrario.
Si
analizamos en profundidad ese hecho, no es otra cosa que el reflejo del espejo,
pues cuando nos paramos frente al espejo nuestra imagen se observa invertida;
es decir, si movemos la mano derecha en el espejo, se ve mover la izquierda y
viceversa.
Es
casi igual a otro dicho: “Miras la paja en el ojo ajeno, pero no notas el
ladrillo en el tuyo”.
Por
eso, si queremos que las cosas cambien, comencemos por bajar el tono de
insultos y descalificativos hacia el prójimo porque, al final, nos estamos
descalificando a nosotros mismos.
Irina
Arraiz León
Coach
Habitante
de El Hatillo (Mir)
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