El país está estremecido; si
bien es cierto que existen cosas fuera de lugar que todos conocemos, lo más
dificultoso es que poco a poco la hermandad existente entre nosotros está
diluyéndose como el agua entre los dedos. Solo basta con ingresar a las llamadas redes
sociales, que deberían de llamarse redes disociales, y ver cómo nos envenenan
con su contenido a todos los que en ella transitamos; si queremos criticar
determinadas circunstancias, debemos hacerlo pero con cordura, buscando la
reconciliación nacional, llamando al respeto de los unos y los otros sin ningún
tipo de distinción, político, ni social.
El respeto es la base
esencial para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de toda
sociedad, pero parece que nosotros perdimos ese respeto y ese amor por lo
nuestro en un transitar inexplicable, perderlo quizás fue lo más fácil,
encontrarlo es una tarea titánica en la que cada uno de nosotros debe aportar
un grano de arena y así ser una montaña inquebrantable.
Somos un país formado por una
gran cantidad de inmigrantes quienes se instalaron en nuestras tierras y
dejaron sus raíces, pero esa herencia entregada por ellos parece haber sido
olvidada por muchos de nosotros; decimos herencia porque ellos hicieron suya
nuestra tierra; sin embargo, muchos de los que ahora estamos aquí y fuera de
estas tierras, claman intervenciones, pero siguen siendo venezolanos y en algún
momento tendrán que venir a su país y trabajar por su desarrollo.
Muchos han dicho que hay que
saber de dónde venimos para poder imaginar hacia dónde vamos, pero es bueno
citar al fallecido presidente John Kennedy: “No te preguntes qué puede hacer tu
país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”.
Ángel Pulido Colmenares
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