Este fue el grito unánime que animó la tarde playera en Choroní el lunes 7 de marzo, cuando dos agentes de la policía del estado Aragua pretendieron que se sacara una bandera arcoiris de uno de los sectores más populares de dicha costa, ya que se trataba del estandarte de la diversidad sexual. Según la lógica policial, ninguna muestra de diversidad era permisible en ese espacio público de solaz (no importa, por cierto, la recientemente aprobada Resolución 281 del Ministerio del Interior que prohíbe expresamente toda discriminación por la orientación sexual, identidad o expresión de género; ni el hecho histórico de que en la propuesta constitucional del presidente Chávez se incluyera esta prohibición en dos artículos).
Fueron incapaces de articular sustento legal alguno para su pretensión.
Sólo pudieron contemplar en silencio, entre sorprendidos y divertidos, la masiva reacción de indignación que produjo su infructuoso intento de censura. Más de cien personas los rodearon, inicialmente para apoyar a las víctimas directas de su violación frustrada de derechos y garantías. Y en el grupo había familias enteras, niños y niñas incluidas. A medida que transcurría el momento de diálogo estéril entre el machismo uniformado y los portadores de la bandera, crecía el volumen de la protesta. Proclamas que comenzaron con un simple e irritado "Fuera, fuera", aumentaron en variedad, imaginación y tono, y pasaron a estribillos como "libertad, libertad", no olvidando el consabido "Choroní es gay", pronunciado con la estentórea fuerza de la indignación, del "basta ya".
Este incidente, aparentemente poco significativo para muchas personas que leen esto, tiene sabor a historia, a punto de quiebre.
Podría significar un antes y un después en la reivindicación igualitaria de la diversidad sexual en el país. Esto dependiendo por supuesto de su grado de difusión, contando con la eficacia de los medios electrónicos. "Choroní es gay" significa la actitud por fin asertiva de quienes por mucho tiempo soportaron en silencio todo tipo de abusos y vejámenes salvajes, con la profunda convicción de que, de alguna manera, se merecían ese trato. Esto ya no es ni será así nunca más.
José Ramón Merentes
miércoles, 6 de abril de 2011
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