Cada fin de semana se dispara el índice de muertes violentas en el país. Ese es el pan nuestro de cada día. Es triste ver cómo se han perdido los valores, y es aún más triste ver cómo para algunos la vida de otras personas no vale nada, o tal vez para ese tipo de personas un par de zapatos, un celular, un vehículo o hasta la admisión en una banda que no es precisamente de música, o un fajo de billetes como pago por un "buen trabajo", son motivos suficientes para cobrar una vida o las que fueren necesarias con tal de saciar su sed de sangre, muerte y violencia, cual vampiros desalmados.
Hace dos fines de semana se ensañaron con la parte alta de La Vega, llenando de dolor y tristeza a varios hogares de mi comunidad, entre ellos algunos vecinos que fueron despertados en la madrugada con la noticia del fallecimiento de sus hijos a manos de un montón de delincuentes que terminaron con la vida de seis jóvenes, como dicen, "de un solo matracazo".
Sólo Dios sabe quiénes y por qué razón lo hicieron. Nada se puede descartar, pero ojalá la policía haga de verdad su trabajo y logre dar con el paradero de esos asesinos. Estoy segura de que si alguno de esos muchachos fuera hijo de algún policía, desde el mismo momento en que ocurrió el hecho, ya hubiesen mandado a peinar la zona.
Señores vigilantes de la ley y el orden, cuerpos de investigación, abogados penalistas, jueces, ministro de Justicia, por favor, hagan algo, tomen medidas contundentes para acabar de una vez y para siempre con ese flagelo que estamos sufriendo todos los habitantes del país. Nos están tiñendo de rojo con la sangre de nuestros hijos, esos a los que criamos con esfuerzo, a los que procuramos inculcar buenos valores, esos en los que depositamos nuestras esperanzas y deseos de un país progresista y próspero. Pero si seguimos por el camino que vamos, seremos un territorio plagado de bandoleros, sicarios y todo lo peor de la sociedad.
Hay que revisar a fondo qué está pasando en nuestra sociedad y en nuestras familias, qué ha pasado con los correctos valores morales y espirituales. Vivimos en un país donde no está instaurada legalmente la pena de muerte, pero en la calle por cualquier "quíteme esta pajita" sentencian y ajustician a cualquier ciudadano sin importar edad, sexo o condición social.
Cada día se promulgan nuevas leyes; hagamos que se cumplan. A los enemigos de la sociedad hay que aplicarles todo el peso de la ley y si estas no son suficientes habrá que crear o echar mano de otras leyes, quizás consideradas obsoletas o abolidas, o recurrir a modelos de otros países.
Vilma Centeno
Habitante de La Vega,
vocera de un consejo comunal
vilma_centeno@hotmail.com
martes, 2 de agosto de 2011
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