El municipio Chacao del estado Miranda, al igual que los otros de la Gran Caracas, cuenta con un número importante de edificios que se levantan regios y grandiosos en torno a sus avenidas y calles.
En el caso específico de Chacao, encontramos edificios residenciales, corporativos, empresariales, del comercio y de la banca, que lucen antiguos, y otros con sus añitos a cuesta, pero que conservan su lozanía y mantienen su vigencia a través del tiempo. Y los últimos, de reciente data, que se alzan con sus modernas estructuras y majestuosidad e imprimen un aire de modernidad a este circuito de la Gran Caracas.
Cuando circulamos por las avenidas Miranda, Venezuela, Sorocaima, Tamanaco, Mis Encantos y otras, notamos que de esas moles surgen unas cabecitas que a veces se asoman tímidamente por ventanas de cristales y con ojos de fauna selvática avizoran los movimientos constantes de su entorno. Se trata de un contingente de hombres y mujeres que armados de pasión laboral, paciencia y envueltos en su impecable uniforme comienzan su jornada de acuerdo al horario establecido.
Nos referimos a los vigilantes, hombres y mujeres que dedican buena parte de su vida a la difícil y arriesgada tarea de cuidar y custodiar ciudadanos, bienes, materiales y equipos, mudanzas, estructuras, entradas y salidas de visitantes, empleados. Atender mensajeros, carteros, desorientados, entregar pases. Y otras veces, también se les observa en las tareas menores, como por ejemplo, en el auxilio de las pérdidas de llaves, resultado de una buena noche de algún residente que al descuido extravió la metálica.
Estos trabajadores hacen vida en garita y danzan en la difícil y riesgosa tarea de velar, atender y custodiar los bienes de otros, como suyos. A veces, en un espacio holgado, otro tanto, estrecho, todo dependiendo de la dimensión del edificio donde deben cumplir con gallardía su cometido. Esta ardua tarea requiere de un alto grado de responsabilidad, sensibilidad, colaboración, cortesía y respeto, tanto para los serenos, como para los usuarios.
Siempre, están presentes, unos más amables, otros más callados, pero en su mayoría, afortunadamente, cumpliendo con su responsabilidad, de día, de tarde, de noche, de madrugada, al amanecer. A este grupo de custodios un reconocimiento especial.
Dulce María Carpio
Lic. en Educación/ Hab. de Chacao.
dulcecarpio@gmail.com
lunes, 29 de agosto de 2011
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