En estos momentos tensos que atraviesa el país, la justicia debe ser el único norte para fortalecer la estructura democrática nacional.En beneficio de este llamado, es imprescindible discutir sobre elementos importantes que no han sido mencionados dentro de la potente plataforma comunicacional estatal. Como todo el país sabe, la parroquia Candelaria fue el punto de violencia más crítico del 12 de febrero. A eso de las 3 pm, se comentaba sobre acciones “calientes” cerca de la Fiscalía.La gente corría de una calle a otra mientras que motos de alta cilindradas sin placas iban y venían; por su parte, la Guardia Nacional Bolivariana y la Policía Nacional tomaban con arraigo el control y el resguardo de la zona. Para sorpresa de todos, las calles empezaron a minarse de motorizados con sus rostros semitapados, exponiendo sin ninguna inhibición sus armas de fuego. Las consignas y el nombre del partido en sus pañoletas daban cuenta de que su tarea era “apagar la candelita”. Vecinos y comerciantes, replegados en cualquier rincón, clamaban a las autoridades actuar en consiguiente. No pasó nada; los grupos armados eran los dueños de las calles.Tiros y humo era lo que predominaba en el ambiente. Desde los edificios, se veían botellas caer para contener de alguna forma a esos grupos armados que correteaban a manifestantes y vecinos.La reflexión: soslayar la actuación anárquica de esos grupos armados sería un tropiezo para el llamado a la paz social que necesita el país.Comprendo que hacer justicia no es fácil, pero no actuar como es debido no solo compromete el discurso oficial, sino también contraviene la institucionalidad.
Wilmer Téllez
Investigador en Ciencias Sociales
Habitante de Candelaria (DC)
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