En días pasados comencé a
experimentar fallas en mi teléfono celular hasta que un día dejó de funcionar.
Lo mismo me ocurrió meses atrás con mi computadora personal y con el equipo que
se encuentra en la sala central de mi casa, sumado a los cortes eléctricos
programados en vista del problema en el embalse del Guri, medida que ocasionó
dificultades en las telecomunicaciones en todos sus ámbitos.
A raíz de esta situación
inicié un proceso de reflexión y meditación acerca de lo dependientes que nos
hemos vuelto del uso de los aparatos tecnológicos, celulares, computadoras y
tabletas, entre otros… Hemos convertido a cada uno de estos artefactos en parte
indispensable de nuestra vida; son útiles y facilitan muchas de las labores
cotidianas, son herramientas prácticas ideales para el desempeño académico o
laboral de cada individuo; sin embargo, ¿le damos el uso correcto a la
tecnología? ¿Acaso manejamos la tecnología o ella nos maneja a nosotros?
En algún momento, muchos
pudimos haber sentido que sin el teléfono o la computadora la vida se vuelve
cuesta arriba, no obstante, lo necesitamos a cada instante dejando a un lado
los pequeños detalles del entorno que nos rodea, minimizamos la atención a
nuestros seres queridos, de nuevas experiencias y de un sin fin de situaciones
que dejamos atrás por no equilibrar cada aspecto a su debido tiempo.
Sirva la presente reflexión
como un llamado para el uso eficiente y mesurado de las herramientas digitales
y las redes sociales. Usemos estas herramientas para comunicar, informar,
compartir, entretener, ayudar, reflexionar, de forma adecuada, sin que las
mismas afecten nuestro desempeño académico, laboral, familiar, personal y
social. No dejemos que uno afecte a la otra, a fin de cuentas, ambas se
complementan y con una rutina adecuada pueden hacer una vida eficiente y
fructífera.
César Alberto Alarcón
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