Generalmente asumimos que oír y escuchar es lo mismo, cuando oír es la capacidad que tenemos de percibir los sonidos que se producen a nuestro alrededor, mientras escuchar
es la capacidad de deducir, comprender, interpretar y dar sentido a lo que oímos. Podemos decir que Escuchar = Oír + Interpretar.
Debido a esto, muchas personas se quejan de malas relaciones interpersonales, ya que en lugar de escucharnos, nos oyen solamente. La mayoría de las veces, cuando supuestamente conversamos con alguien, no prestamos atención a lo que nos están diciendo, por lo que interpretamos o captamos apenas una pequeña parte de la conversación y, por ende, no entendemos lo que nos han dicho.
Un ejemplo claro y que seguramente nos ha pasado a muchos es el siguiente: Tenemos que responder un examen o evaluación, el profesor está dando las instrucciones y nosotros estamos pensando en si sacaremos buenas notas o que no estudiamos suficiente. Al final, o pedimos que nos expliquen nuevamente, o el resultado obtenido no es el
deseado.
Otro ejemplo: Solicitamos información sobre una dirección, y a pesar de que las indicaciones son las precisas, no llegamos al sitio porque no estábamos escuchando sino oyendo lo que nos decían. Y lo más nuevo es que andamos distraídos enviando mensajes por el celular, llevamos audífonos para aislarnos del mundo exterior o haciendo cualquier cosa, menos prestar atención a lo que nos dicen. Esta falta de comunicación sucede en cualquier tipo de relación: Padres-Hijos; Parejas, Jefe-Empleado, etc.
Si queremos mejorar nuestras conversaciones, debemos comenzar por “Aprender a Escuchar”; es decir, prestar atención, preguntar, pedir que nos repitan o, en el mejor de los casos, repetir con nuestras propias palabras lo que creemos haber escuchado, a fin de evitar malos entendidos.
IRINA ARRÁIZ LEÓN
Coach Ontológico para
el emprendimiento y la innovación
Irincoch2014©gmail.com
martes, 8 de noviembre de 2016
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