La universidad es un espacio donde se debe dar respuesta a las necesidades que toda sociedad tiene de encuentro y convivencia, formación y creación de conocimiento y, en última instancia, de resolución de los problemas que la afectan.
En estos momentos, la universidad corre el riesgo de perder su esencia si el Gobierno no atiende urgentemente sus necesidades presupuestarias, donde no sólo entran los comedores y el transporte estudiantil, sino también recursos adecuados para formación, investigación, extensión y ¿por qué no? para dar un salario decente a sus profesores.
El problema no es sólo cuántos estudiantes se gradúan, sino que se mantengan los criterios de calidad y se genere suficiente ciencia básica y aplicada para resolver nuestras propias necesidades; de no hacerlo, las expectativas creadas por la mal denominada ciencia bolivariana -dado que la ciencia no responde a filiaciones ideológicas- no podrán ser satisfechas y aumentarán los problemas de gobernabilidad democrática.
De nada sirve que la educación universitaria se haya masificado en los últimos años, como bien lo ha señalado el nuevo ministro de Educación Superior, si quienes se gradúan no tuvieron acceso a bibliotecas con material actualizado, a los laboratorios para hacer los experimentos y, en fin, a las herramientas del conocimiento para solucionar los problemas del país.
La falta de financiamiento inhabilita a la universidad para cumplir con sus importantes y múltiples roles, y debido a que los sueldos de los profesores son irrisorios se dificulta la incorporación de la generación de relevo, ya que los jóvenes que podrían suplantarnos se ahuyentan con la mención de un sueldo que no cubre la cesta básica.
La universidad como espacio de intercambio, pluralidad y tolerancia por excelencia, requiere ser reconocida con la asignación de un presupuesto justo y digno.
María Pilar García-Guadilla
Socióloga / Hab de Baruta.
mpgarcia2@gmail.com
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