Hace un par de días recibí un mensaje de texto de mi esposo sobre otro mensaje que su yerno envió (observen la entrada de actores masculinos en la resolución de la cesta familiar), el cual dice textualmente: "Estoy UCV, llamó R… para decir había leche en X…, La Florida; si puedes pasar, regreso".
Obviamente, no llegué al reparto de la leche por varias razones: primero, porque estaba a punto de dictar clases en la universidad; segundo, porque La Florida me queda lejísimo de donde me encontraba; tercero, porque de haber decidido ir, al llegar no quedarían ni las cajas de cartón; y, cambiando el orden de prioridad, cuarto y principal, porque no soporto el frenesí de la gente buscando comida como si se tratara de la tercera guerra mundial, ni la degradación de las colas.
Además, la última vez que lo intenté, la tensión me subió a 100-200, y al llegar a casa tuve que llamar al servicio de emergencia.
Debo decir que prefiero no tomar leche a la angustia que me causa tal situación.
Otra cosa diferente es el tema del papel tualé. Justamente ayer debí hacer una diligencia importante en el banco de un centro comercial cercano a casa.
Faltaba poco para que cerraran el banco, pero al bajarme del carro vi a gente cargando sus bolsas con ¡papel tualéeeeeee! e inmediatamente le dije a mi esposo, quien se quedó boquiabierto sin saber qué pasaba: "Espera, espera aquí, no te muevas, un momento, ya vengo", y corrí rauda sin más explicaciones, sintiendo que la tensión empezaba a correr más que yo, al interior del supermercado, preguntando: "¿Dónde, dónde está el papel..?".
Antes de terminar de formular la pregunta al empleado me apuntaban a un rincón donde al fin pude traerme un paquete (por persona) de lujo tan valioso. ¡Por supuesto, perdimos la cita en el banco... ¡Pero mi esposo también quedó feliz!… ¡A fin de cuentas, los bancos están allí todo el tiempo, esperando a los clientes!
María Pilar García-Guadilla
Habitante de Baruta
Profesora universitaria
mpgarcia@usb.ve
No hay comentarios:
Publicar un comentario