Albert Einstein postuló en su teoría de la relatividad que el tiempo es diferente para cada individuo. El tiempo, dimensión que rige el universo y sobre la cual la humanidad solo puede establecer ciertos parámetros limitados para mediciones y determinación de ciclos biológicos, es la herramienta divina empleada para nuestra salvación.
¿El tiempo es diferente para cada individuo? Sí. La ciencia define el tiempo como inmutable, igual que un río; si lanzas una piedra en él, creas ondas, pero la corriente siempre se corrige, no importa lo que hagas, y el río fluye en la misma dirección. Aplicando esa lógica humana con la sabiduría de Dios, se afirma que incontables decisiones definen nuestro destino.
Siguiendo el ejemplo del río, cada decisión, cada momento, es una onda en el río del tiempo, y con suficientes ondas se cambia la corriente. Esa es la clave del libre albedrío: Dios nos da su misericordia en cada momento de nuestro tiempo porque siempre tendremos -hasta el final de nuestra vida en la Tierra- una segunda oportunidad para definir lo que realmente somos: coherederos del Reino de los Cielos.
Cuando alguien tropieza o pierde el camino, no implica que se pierda para siempre, pues Dios es amor y nos espera con los brazos abiertos. La conversión no se da de manera instantánea, es un proceso que lleva tiempo para vencer el miedo y aceptar el sufrimiento como sacrificio. En Cristo, el sacrificio se convierte en misericordia, que es darle al prójimo de lo que tenemos y es el regalo más grande que Dios nos da: soportar nuestro dolor sin quebrarnos porque con el tiempo.
Somos lo más preciado que Dios ha hecho. Tenemos una concepción errada del tiempo arraigado en la historia, por lo que la progresión temporal del mundo cae en un círculo vicioso; utilizamos la frase “el tiempo de Dios es perfecto” para resignarnos ante determinada situación olvidando otra expresión, “ora y actúa”, donde es definitivo colocar nuestra vida a Dios de manera absoluta. Cuando nos percibimos como esclavos del tiempo, debemos transformar eso en un momento de santidad, o momento en que la luz que se mantenía oculta, se libera para bendecir al mundo y ser nuestro momento oportuno en gracia.
Freddy Berríos
Correo: berriosfreddy@gmail.com
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