El consumidor venezolano en los últimos tiempos no halla que hacer debido a que la escalada de los precios en todos los productos es insoportable. Entonces, es cuando una se pregunta dónde está la Superintendencia de Costos y Precios Justos y los “miles” de fiscales que no supervisan a todos los comercios, entiéndase tanto a los grandes como a los pequeños para que cumplan con la norma y respeten las reglas de juego establecidas por el Gobierno nacional. Sepan, señores de la Sundde, que en las tiendas, bodegas y comercios de distintos ramos, especialmente los pequeños, están abusando con los precios.
Una va un día a comprar un producto y antes de adquirirlo pregunta su precio para no pasar un susto debido a lo costoso hoy en día de todo, igual se lleva una sorpresita no muy grata ya que el mismo tiene un sobreprecio de Bs 10 a 15 en algunos casos.
En un mercado cualquiera el precio puede ser estudiado en dos perspectivas. La del comprador, que lo utiliza como una referencia de utilidad potencial, y la del vendedor, para el cual significa primero una guía de los posibles ingresos de sus actividades y, segundo, el método por el que convierte las mismas en beneficios. Sin embargo, en Venezuela esa lógica no funciona para nada y se debe en gran medida a que nadie, ni las autoridades ni los agentes económicos, respetan la legislación que rige el intercambio comercial.
Todos sabemos que a lo largo del tiempo los precios pueden crecer (inflación) o decrecer (deflación). Estas variaciones se determinan mediante el cálculo del Índice de Precios al Consumidor (IPC).
Por lo visto en el país no hay manera posible de que los especuladores, los bachaqueros y algunos funcionarios públicos entren por el carril y eviten que cada quien haga lo que le dé la gana y le coloque el precio que mejor le parece a cualquier producto o servicio.
Mirian Cuevas
Internacionalista
La Pastora
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