En el siglo XIX, un químico llamado Friedrich Kekulé estaba interesado en cómo podría ser la estructura química del benceno.
Aquella abstracción de comprender lo llevó en ocasiones a soñar. Una noche, soñó con una serpiente que se mordía la cola. No le encontró otra explicación sino asociarla con la alquimia, pues la serpiente era símbolo de un círculo. De esa manera, resolvió la estructura del anillo del benceno.
Otro caso muy interesante fue Albert Einstein. Su esposa, Elsa, comentó que un día después de desayunar se sentó en su piano y decía: "Tengo una idea magnífica".
Se encerró en su oficina y pasaba días dedicándose a su idea hasta que una mañana salió con dos hojas diciéndole a Elsa: "He aquí la idea, está concluida. Es la teoría de la relatividad".
En 1919, con la llegada de un eclipse solar, se comprobó que Einstein tenía razón.
¿Cómo Einstein pudo crear su teoría pasando la mayor parte de su vida pegado al escritorio y cómo Friedrich Kekulé pudo descubrir la estructura del anillo del benceno si para esa época apenas comenzaban los avances tecnológicos que hoy en día ya son sofisticados?
Son dos seres que obtuvieron sus conocimientos del universo a través de la sabiduría, donde la mente dio paso a lo abstracto, para luego comprenderlo y transformarlo en conocimiento. ¿Por qué convertir la ciencia en verdad absoluta? ¿No puede existir otra herramienta? O se duda de los dotes innatos del ser humano.
María Solórzano
Estudiante
Habitante de la Av. Fuerzas Armadas
mariamsolorzano@gmail.com
martes, 4 de junio de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario