martes, 21 de junio de 2016

Los pemones y el agua abundante



La cuenca del río Caroní es uno de los sitios donde más llueve en el mundo. El promedio de lluvia es de 2.900 mm, con zonas en donde llega a 6.000 mm anuales, es decir, más de siete veces lo que llueve en promedio en la ciudad de Caracas. Eso significa que el rendimiento de agua de la cuenca es de una magnitud excepcional, por lo que el caudal promedio del río Caroní es muy superior al de ríos famosos en el mundo como el Nilo, el Danubio o el Columbia, en cuyos cauces se han construido también grandes presas.
Además, son nueve millones de hectáreas, donde mucho más de la mitad son bosques vírgenes, garantes de que el agua llegue al río sin quedarse en el camino.
Más que al Niño, un visitante malcriado que nos fastidia y luego se va, a la cuenca es a la que hay que cuidar. Aquí no hay Niño que valga si le damos un tratamiento de niña mimada a la cuenca del río Caroní, nunca bien atendida, a pesar de que sabemos lo que hay que hacer. Es con los indios que hay que contar, pero la minería y el turismo los están desplazando.
Hay que crear planes de ordenamiento, reglamentos de uso y vigilancia sistemática pues allí hay actividades degradantes del ambiente, como la minería del oro y de diamantes, que tumban árboles y contaminan y sedimentan los afluentes.
La actividad minera y los incendios de vegetación, muchos provocados por conuqueros para abrir caminos o aumentar sus espacios, son los que han ocasionado el mayor impacto ambiental, localizados en la reserva forestal La Paragua, la zona protectora sur del estado Bolívar y en el parque nacional Canaima, donde está el 60% de los pemones, no incorporados al cuidado de la cuenca.
Convirtamos a los pemones en un gran ejército de guardianes y defensores de la cuenca del río Caroní. El territorio es extenso y de difícil acceso, lo que dificulta su vigilancia y el control total del área.
Con entrenamiento, logística y apoyo militar, estos venezolanos, habitantes, amantes y grandes conocedores de la zona, ejercerán una definitiva labor para garantizar el ciclo hidrológico en la cuenca y toda el agua que necesitemos.  


José Durabio Moros

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