jueves, 2 de junio de 2016

Nuestra cotidianidad



En estos días, cuando la letanía de quejas está presente dondequiera que vayas es casi una obligación encontrar vías para no caer en la atmósfera de negatividad que nos envuelve. ¿Cómo hacerlo? Sin darme cuenta, encontré una forma de no dejarme atrapar por esa nube gris que nubla la existencia de quienes vivimos en esta tierra de gracia, lo cual no quiere decir que me haya convertido en comeflor.
El cómo sustraerme de la angustia galopante surgió mientras me dirigía hacia Chacaíto en un transporte público que ese día, ¡gracias a Dios!, no llevaba el equipo de sonido encendido.

El silencio me obligó a buscar una actividad para distraerme, ese pensamiento me condujo a darme cuenta de mi respiración y de la sensación de plenitud que se siente al inhalar y exhalar. Respirando profundamente, me recosté del espaldar y sentí los músculos de mi espalda y glúteos acomodarse al asiento, puse mis zapatos sobre el piso de la camioneta y sentí la tierra vibrando a través de ellos.

Luego, miré por la ventana y observé los árboles, sus hojas y sus flores. Alcé la vista y vi el cielo despejado. Sentí el sol, la brisa. Observé a los pasajeros. Le sonreí a la persona que iba a mi lado. En fin, una vivencia que me situó en un presente que pocas veces evidenciamos debido a que nos distraemos con la cotidianidad, la rutina del mundo y los avatares que nos hacen olvidar de nuestro centro.

A partir de esa vivencia, trato en la medida de mis posibilidades de vivir aquí y ahora. Si camino, trato de enderezarme y sentir mis pisadas; al comer, disfruto la comida, saboreo los bocados; al cocinar, toco los alimentos, percibo su textura, su olor; cuando me baño, me entrego al placer de sentir el agua correr por mi cuerpo; cuando hablo con alguien, lo escucho: si leo, imagino y vivo la aventura que narra el escritor; si voy a una reunión con los vecinos, estoy atenta a los problemas y me comprometo con las iniciativas más justas. 

Todas esas pequeñas experiencias me sirven para sentirme mucho mejor en mi cotidianidad. Aclaro, lejos de obviar la situación que vivimos, pero esta forma de proceder me sirve para conectarme con el mundo y con quienes me rodean desde otro sentir muy distinto; por cierto, al percibido cuando nos enganchamos y hacemos eco de conversaciones y quejas que nada aportan y mucho menos contribuyen con tu bienestar y el bienestar del país. 




Nely Gómez S.

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