martes, 29 de mayo de 2012

La historia de José


A los 5 años, aproximadamente, José ya se sentía atraído por otros varones, como hubiera tenido que sentirse atraído por las niñas. A pesar de que las personas adultas de su familia lo ennoviaron con cuanta niña conocía desde el primer instante, estas le eran completamente indiferentes.
Al principio, eso no le molestaba. Pero después, cuando se dio cuenta de que a pesar de la insistencia y los esfuerzos constantes de su familia y de sus maestras para que se fijara en las preciosas niñas alrededor, sólo podía ver con esos ojos a alguno de sus amigos, comenzó a sentirse diferente, culpable.
A los 9 años, con un vecino suyo de la misma edad, José comenzó a experimentar su sexualidad. Eran escarceos tímidos, secretos. Ya estaba claro que no serían bien vistos por sus padres. Eran ratos liberadores, los únicos en los que sentía que podía ser él mismo. Entonces no sentía esa carga opresiva de tener que demostrar que le gustaban las niñas y no los varoncitos. José creció. La angustia por sentirse diferente, a veces el único de su especie sobre este planeta, fue amainando a medida que fue conociendo más sobre la verdadera naturaleza de la orientación sexual. No era nada de lo que había escuchado en su infancia: enfermedad, desviación contra natura y pecado mortal.
Siempre se había preguntado por qué, si esa condición era tan negativa para las demás personas, él no sentía ninguno de esos impulsos con los cuales se lo relacionaba (una promiscuidad desmedida, deseos de poseer a  -o de ser poseído por- todo varón que tuviera en frente, un egoísmo desconsiderado hacia las demás personas) . No. No se sentía así. Buscaba más bien un compromiso sereno. Alguien a quien entregar su  confianza a ciegas.
José se enamoró. No fue su primera vez, pero esta vez era diferente. Era la convicción absoluta de no querer separarse nunca más de ese otro hombre. Hoy han pasado más de 20 años de ese momento. Y siguen juntos. Y no quieren estar lejos más de cinco minutos. Y hoy día José no se explica cómo tanta gente dice tantas cosas sobre su orientación sexual. Se siente afortunado por haber sido ese niño gay que fue. Y se siente orgulloso de haber respetado las necesidades más íntimas de ese niño gay. No se explica cómo hay gente que se atreve a hablar de él, de lo que sentía o pensaba a los 5, a los 9 años. Y sabe que están completa e irremediablemente equivocados. Yo sí lo puedo decir con claridad. Porque yo soy José.
José Ramón Merentes
Politólogo
joram3000@hotmail.com

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