Tengo una reunión en el centro. Anoche no dormí bien pensando en ello. Me levanté temprano para dar tiempo a dejar hechas algunas cosas en casa, bañarme, desayunar y salir rápido.
Bajo al estacionamiento del edificio, detrás de mi puesto otro vecino estacionó su carro, llamo al conserje, no está, debo esperar a que llegue el dueño del carro para que lo quite y yo poder salir, perdí 10 minutos en la espera. En la puerta del estacionamiento, en el medio de la calle, hay un camión de la basura que obstruye el paso, paciencia.
La cola de autos en la calle es larga, al fin se mueve y llego a la avenida Luis Roche de Altamira, de nuevo tráfico infernal. Mi vehículo es un punto histérico más que es devorado por la gula insaciable de la Av. Libertador. Cola de nuevo, cae una llovizna, el semáforo para darme paso se hace eterno.
Calles y avenidas adyacentes vomitan automóviles que, como yo, tienen como destino el centro de la ciudad. Un siglo, los carros no se mueven. Por doquier, buhoneros torean ágiles a los vehículos. Ahora estoy en la entrada del semitúnel. El viento sopla por dentro y engulle masas compactas de carros, luces rojas pestañean, cornetas ruidosas, música estridente, a gritos se hacen oír vendedores y conductores.
Cierro la mente, me concentro en la música relajante de un CD y hago caso omiso al caos del entorno. La lluvia para, el mundo alrededor está lavado.
La tranca es fenomenal, no nos movemos. Veo el reloj, mis lágrimas impotentes comienzan a brotar en silencio, sin tregua. He llegado, pero ¿ahora dónde estaciono? Logro "encajar el carro" en un huequito. Salto a la acera, despeinada y sudorosa, entro al edificio, la oficina está en el piso 10, pero el ascensor no funciona. Subo las interminables escaleras, con prisa. Llego, me dirijo a la recepcionista y digo: "Buenos días". Respuesta: "Buenas. ¿Qué quiere?", sin sonrisa. "Tengo una cita"... me interrumpe: "El doctor no viene hoy, no hay agua". Me le quedo viendo anonadada, no digo nada.
Llego a mi carro, veo en el parabrisas una multa de tránsito por "estacionar en lugar indebido". La cola de regreso es peor todavía, tengo mucho calor. Llego a casa pasadas las 12 m. En mi contestadora hay un mensaje con una cita para el mismo lugar, pero en la tarde. Ni siquiera me baño ni almuerzo.
"Mejor me voy en el Metro, rápido y sin problemas (creo)", me digo. Pero en el andén hay un gentío esperando, me empujan y entro un vagón sin aire acondicionado, el calor es agobiante por tantos cuerpos juntos respirando.
Reflexiono: "Este era un transporte óptimo que nos daba orgullo y aumentaba nuestra estima, hoy es una vergüenza. Pésimas condiciones de seguridad, no es confortable, intervalos en las paradas hasta de 7 minutos. Difícil entrar y salir, pedigüeños, vendedores, equipajes que dificultan el desplazamiento tanto en los pasillos como en el interior del tren. Quien depende del Metro a diario sufre". Llego tarde a la cita.
Edilia C de Borges
Montañista
Habitante de los Palos Grandes
edilia.cdeborges@gmail.com
jueves, 21 de junio de 2012
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