Cuando cualquier habitante de la ciudad de Caracas decide movilizarse por la ciudad en transporte público, teniendo o no vehículo propio, esto pasa a convertirse en una verdadera y única tragicomedia de dolor y sufrimiento.
No solo por el mal servicio que prestan muchos transportistas, en lo que se incluye el pésimo estado de las unidades, sino también por la actitud de muchos otros usuarios que ponen su toque de color, para aliñar aún más este vía crucis que transitamos a diario.
Empecemos con lo más elemental: si logra abordar la unidad y no le toca el puesto pegado a las ventanas sino el que pega con el pasillo, prepárese para recibir carterazos de mujeres cuyos bolsos parecen maletas para largos viajes por Europa, golpes de morral de estudiantes y trabajadores que ni se percatan que te pegan en la cara, y bien, gracias.
Pisotones, e inclusive recibir “recostones” de toda clase de la fisonomía humana, algunas de partes nobles, otras quizás no tanto.
Seguido de esto, durante el viaje usted gozará de cualquier clase de guaracha (música es otra cosa) que lo aturdirá a más no poder, y si se queja puede ser insultado.
En el asiento que se encuentra, el cojín acolchado se venció hace años, y usted va instalado en el hierro, además el sucio es evidente, pero al chofer no le importa esto en lo más mínimo. Y si esto parece poco, ahora quitan las tarifas y la Gaceta Oficial y quieren cobrar de más.
Si nos vamos al Metro o Metrobús quizás mejora algo la higiene, excepto por la actitud de personas inescrupulosas que abordan los trenes como animales y ni siquiera le permiten a usted bajarse. Atropellan sin reparo a bebés, ancianos o discapacitados.
El problema es aún más grave cuando vemos a liceístas y jovencitas sentados cómodamente en los puestos de la tercera edad y los viejitos de pie, y salvo que usted les ofrezca, como decía papá, “meremere con pan caliente”, no se levantan del sitio.
¿Queremos un país mejor? ¿Evolucionar? ¿Tener mejor calidad de vida? Si es así, empecemos por tener mejor conducta, respetar a los demás y comportarnos.
Ser un buen ciudadano sigue siendo gratis, ¡aprovecha la oportunidad de dar ejemplo! Si uno solo de nosotros comienza a cambiar, a respetar a los otros, a tomar en cuenta que tu entorno tiene vida y que, a su vez, esas mismas personas pueden hacerte lo mismo, por lo que entenderás que debemos rescatar nuestros valores aprendidos en casa, ceder el paso, dar el asiento a quien lo necesita y así un largo etcétera de cosas buenas que podemos hacer.
Manuela Ortega
Administradora/Taxista
Hab. de la Av. FFAA
manuelaortega26@hotmail.com
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