Jean Carlos Bastardo. Recuerdo que cuando niño me encantaba hacer travesuras, era muy
inquieto y curioso. Un día, revisando un pequeño baúl de recuerdos de mi mamá, me
topé con unos discos de un cantante famoso, tomé uno al azar y me dispuse a escucharlo…Comienza la canción, un
poco suave, luego una voz empieza a cantar con mucha emoción; sus palabras eran versos para mis
oídos y sus sentimientos los sentí como si fueran míos. Era una ráfaga de brisa fresca, el
rocío del amanecer, un hermoso pajarillo extendiendo sus alas volando libremente
por el cielo.
Nunca llegué a conocerlo en persona, solamente escuchaba sus
canciones e incluso aún adulto las sigo escuchando. Mi infancia transcurrió en jugar y tararear las
canciones de Alberto Aguilera Valdés, mejor dicho, Juan Gabriel.
Muchos, al igual que yo, crecimos con sus canciones, comprábamos los
discos y le subíamos el volumen a la radio para oír sus temas. Abrázame muy fuerte, Hasta que te conocí, No tengo dinero y Yo te recuerdo, entre otras
muchas más, fueron letras que nos hicieron reír, llorar, amar, perdonar, cantar
y soñar. Sí, imaginar que lo que uno desea sí puede hacerse realidad; que a
pesar de los obstáculos de la vida, Dios nos tiene grandes planes.
Que suenen las cuerdas de la guitarra y la melodía sublime del violín
para despedir tu alma. Alberto, el cielo te abrió sus puertas por ser una persona generosa y
con mucha humildad.
Canta Juan Gabriel, canta, ya que el escenario perfecto es el edén
del Señor, con sus impolutas nubes, el vuelo de las palomas blancas, el canto de sus ángeles y el
luminoso sol.
Yo quiero agradecerte a ti todo lo que me has dado. Cuando miremos
hacia el cielo, cada estrella
que aparezca son los “te quiero” que dedicamos a nuestros seres
queridos gracias a tus letras… Adiós, Juan Gabriel.
yanky2001@hotmail.com
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