lunes, 31 de octubre de 2016

Cuentos de mamá Luisa



Una mañana como cualquier otra, nos levantamos tempranito para ir a San Sebastián de los Reyes mi abuela mamá Luisa, mi tía Kakan, mi madre Nina, mi tía, su esposo y mis tres primas. Era un viaje corto desde Caracas, pero largo para mí. Teníamos una casa pequeña a donde llegábamos casi todos los fines de semanas. Era alquilada para vacacionar.

Nuestros vecinos, el señor Rosendo y su esposa e hijos, siempre nos esperaban con alegría, con los brazos abiertos, como somos todos los venezolanos, alegres, dispuestos, amantes de las cosas sencillas: hamaca, café, arepas de maíz, sancocho y río. Y allí empieza mi cuento. Yo tenía unos 9 años, era muy delgada para mi edad , era de poco comer –como dicen, solo pasta, galleticas y golosinas–.Sopa, por favor, no me gustaba.

Ese día nos preparamos para ir al río, cerca de la casa de nuestro querido Simón Díaz, en el paso de los indios, como lo llamaban, en la camioneta de mi tío Francisco. Montamos todo para el hervido. Yo feliz, pues nos esperaba un maravilloso río, frío y cristalino; el olor de las matas, las piedras, ver pececitos pequeños, todos reunidos. Eso no tiene precio.

Se llevaron una lata de manteca, tomaron agua de río, se cortó las verduras con esmero, el pollo y las costillas. Cuando me llamaron a comer, me negué diciendo que no tenía hambre, que me había llenado el estómago con refrescos, y frutas. De vuelta a la casa , mi abuela
muy preocupada, sin cambiarse, aún con su cabello largo recogido, mojado, fue a calentar la sopa. Me la sirvió y comencé a jugar con la cuchara en el plato, con lo que llegué a colmar la paciencia de mi dulce abuela: “No comas que te van a llevar las hormigas, te vas a desaparecer”. Acto seguido, con los ojos cerrados, me dispuse a comer rápidamente. Uno es ingenuo a esa edad y yo me imaginé un ejército de hormigas comiéndome.

Aún me río del susto que llevé. No quería comer ese día, yo sentía que el río no es lugar ni para cocinar ni para comer porque uno se pierde la diversión y las horas pasan rapidito.

MARTHA GARCÍA

marthamila@hotmail.com




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