martes, 27 de septiembre de 2016

Me habló un árbol



Cansada, subiendo la montaña del Guaraira Repano, me senté sobre una gruesa raíz de un alto árbol y en aquel silencio, rodeada de enormes, altos, verdes, frondosos árboles pensé: cómo son vitales los árboles para nosotros, la vida en el planeta les debe mucho, el agua, los lagos, el mar, los montes, la tierra y la atmósfera.
Son sinónimo de humildad, constancia, entrega y fidelidad. Se yerguen majestuosamente hacia el azul y airoso cielo, como columnas que sostienen el techo con sus capiteles y, a la vez, son dóciles frente a la indiferencia del hombre.
Nos dan todo sin pedir nada a cambio. Alimentos, frutas, madera, sombra, fotosíntesis, cobijo, y nosotros seguimos indiferentes. Alegría, belleza y parece no interesarnos. A través de su altiva presencia nos testimonian la otra presencia entre nosotros de aquel que lo hizo todo de la nada, y seguimos permaneciendo indiferentes.
Son testigos de nuestra historia y nosotros preferimos ignorarlos. Qué infieles somos. Además nos empeñamos en destruir aquello que nos ayuda a construir, destruimos lo que nos permite vivir, les quitamos la vida a los que nos dan la vida. No se quejan, se alegran por sernos útiles. Se quejan por nuestra destrucción incontrolada, ávida y egoísta, por nuestra irresponsabilidad, falta de sensibilidad y carencia solidaria, y sobre todo por nuestra irracionalidad racional. Sin embargo, ellos están allí, pacientes y humildes. Siempre dispuestos a dárnoslos todo, en sernos útiles a pesar de todo.  



Edilia C. de Borges

1 comentario:

  1. Bosques de gracias y frescas bendiciones para ti por tus reflexiones, Edilia, que comparto.

    Cristina Vaamonde

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