martes, 4 de octubre de 2016

La fe mueve montañas



Hay un refrán que dice: “La fe mueve montañas”. Reconozco la poderosa carga simbólica de este refrán, al punto que de tanto tener fe lleguemos a tomar la fuerza de Sansón y mover las montañas.
Ahora, no se cómo queda la fe cuando la tienes demasiada en un asunto. Por ejemplo, un amor invencible y tenaz, y este en vez de cumplirse al pie de la fe que mueve montañas, se estanca y se frustra. Pasan los años teniendo fe en ese amor y lo único que sucede es una continua distancia, como si viviésemos en continentes distantes y hablando idiomas diferentes, aunque seamos hablantes del mismo castellano y vecinos del mismo pueblo.
Es entonces que, por mucha fe que se tenga, uno se sorprende de que las montañas se queden quietas, y no se muevan por mucha fe que uno tenga. Total: uno pierde hasta la fe en ese refrán.
Me gusta más otro refrán que tiene más sentido común: “Si la montaña no viene a ti, anda tú a la montaña”.
En realidad, como el ser humano tiene más capacidad de moverse que las montañas, puede ir a la montaña y subir a ella y hasta mirar el llano inmenso que se despliega hasta el horizonte del mar. En consecuencia, el día que ella, cansada de verme con fe en ella, ponga su confianza y fe en mí y nos unamos con lazos más que terrestres, podré decir que aunque esas montañas azules que veo en la distancia no vengan a mí ni se muevan por mi fe inmensa, podré creer que la montaña al fin se movió a mi favor porque ella está a mi lado.


Artemio Cepeda Fernández

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