lunes, 31 de octubre de 2016

San Tomé y los apodos









En muchas comunidades pequeñas, la mayoría de sus habitantes suele reconocerse entre sí a través de apodos. Estos nacieron bien sea en la escuela, el  liceo, la plaza o las canchas. Fueron los años dorados de las décadas de 1950, 1960 y 1970. Mi pueblo, San Tomé (Anz), por supuesto, no fue la excepción.

Ponerle apodo a alguien era lógica segura encasquetárselo a toda la familia del elegido. Así las cosas, fueron muchos a los que se los conoció por un sobrenombre bien particular; incluso, prevalecía tal apodo por encima del nombre de pila o apellido de la “víctima”: Babucha, Carachana, Bola de Humo, Malasangre, Socorolo, Agua’e Vaca, Cara’e Buzo, Tragabala, Matagallo, entre muchos otros que recuerdo.

Aunque también fueron muchos los que se salvaron de nuestra barbarie lingüística y conservaron sus apodos naturales, como Catire Iriza, Toño Morales o Cheo Carrasquel, hubo quienes no tuvieron apodo alguno, como los hermanos Héctor y Víctor Thomas, la familia Heredia, los Navarro o los Melchor.

Fue aquella una época en la que todos nos tratábamos con sana camaradería, e igual disfrutábamos una velada en el Club Centro San Tomé con Los Melódicos y Billo’s que con los grupos El Nuevo Clan o Los Caribbean Boys, de El Tigre.

Hoy evoco con afecto a todos mis paisanos, incluso a quienes ya han traspasado el velo de la eternidad. Hacia ellos y a sus familias, mis respetos y consideración.

SAÚL JOSÉ MOSQUEDA P.

sajomopa@gmail.com

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