lunes, 10 de octubre de 2016

Néctar del amanecer



Quien bebe café en casa temprano tiene fe en el día que comienza. Pareciera que la unión de estas dos palabras se convirtió en una bebida mundialmente degustada apenas el sol levanta por Oriente. Café y amanecer.


No sé quién inició esa costumbre, pero el café, además de su excelente sabor, su excelente aroma y sus condiciones energéticas, tiene el poder de la convocatoria, de la reunión. Si pensamos reunirnos, es común decir: Vamos a tomar un café, porque el café invoca la tertulia, la congregación.


 La relación del café con el amanecer nadie la decretó, pero apenas el alba se anuncia, en la mayoría de los hogares o cafés públicos, se sirve esta especie de Néctar del Amanecer. El café, en cierta forma le canta al sol, al amanecer. Es la bebida espirituosa preferida del mundo al despuntar el día.


 A pesar de su tono oscuro, unánimemente nadie siente racismo por él. Si algún varón dice: “A mí me gusta un buen negrito”, se puede pensar mal de su hombría. Es muy distinto si así se expresa una mujer: “A mí me encanta el negro al amanecer, al mediodía, y en la noche así me quite el sueño”.


Si lo expresa delante de su marido, este puede pensar que le están poniendo cuernos. Pero ella aclara: “Mi amor, me estoy refiriendo al café”. Y le agrega: ¡No me vas a decir que tú no has probado un buen negro bien caliente al amanecer! El marido responde todo incómodo: Si te refieres al café, sí.


 ¡Bienaventurado sea el café!



Artemio Cepeda Fernández

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