jueves, 14 de mayo de 2015

El ejemplo enseña más que mil palabras

Los valores son parte del ser humano y se fortalecen en la práctica. Por eso, a pesar de ser una voz interior, también podemos potenciarla. Intuitivamente desde niños sentimos y practicamos los valores, y es desde el hogar y nuestro entorno que ese sentir o se afianza en el ser o se tuerce y deja de tener importancia. 

Como madres, padres, tías, tíos y abuelos no podemos esperar que otros enseñen a nuestros hijos y nietos lo que por naturalidad nos corresponde, enséñale a los niños la importancia del respeto, el respeto por el otro, precisa el respeto por los bienes de los demás, el respeto al adulto mayor, el respeto en general hacia todo.

En mi mente aún tengo clara la imagen de mi madre, quien siendo funcionaria pública de vieja data siempre pregonó que desde el lápiz de la institución en la que trabajaba hasta un cheque, todo era de la institución y debía ser respetado. 


Recuerdo que cuando nos tocaba estar con ella en su oficina nunca permitió que nos lleváramos ni un lápiz que fuera de su trabajo; con esta pregunta lo resolvía todo: ¿Eso se lo compró su mamá?, y nosotras respondíamos: No, ¿Por qué lo llevas? Así de simple. 

Los valores no son letra muerta, son acciones diarias, en cada detalle, en cada palabra, en cada decisión, si los valores no se practican no tienen vida ni razón de ser.

No importa la edad, la experiencia que tengas, que seas madre adolescente o cuarentona, que sean padres separados o solteros, nada de esto importa, pues para los valores no hay condición social ni personal; comprende que los valores no solo se expresan de la boca para afuera, se viven y se enseñan fundamentalmente con el ejemplo. 

Da el ejemplo, es la forma más convincente de que tu hijo aprenda de ti el valor del respeto.  



Aura Pereira

Periodista

Hab. Lomas del Ávila

aurapereira@hotmail.com

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