El grafiti es una expresión artística y de protesta que pretende, de algún modo que parece agresivo, representar gráficamente la insatisfacción o rebeldía de quien la crea. Por mucho tiempo, personalmente he descalificado y expresado mi desacuerdo frente a esta expresión que pretende visibilizar una protesta, muchas veces no se sabe porqué o contra qué, pero que obviamente agrede y ataca el sentido estético de una buena parte de la ciudadanía; su sentido de pertenencia a su ciudad y su deseo de verla bonita, agradable y placentera. El grafiti vandálico, ese que invade la pared recién pintada, la plaza recién restaurada, es una agresión inaceptable a nuestra expectativa de calidad de vida, de ser mejores como comunidad. Una agresión al espacio común que queremos considerar ¨nuestro hogar¨. Al menos en el municipio Chacao, la Fundación Cultural del municipio ha tomado iniciativas para enfrentar asertivamente esta situación. Incluso, en convenio con la Alianza Francesa, trajo a Caracas en 2008 a un reconocido artista francés del grafiti, quien realizó una clínica sobre esta expresión artística a grafiteros locales. En 2007 se planteó un proyecto de Ordenanza municipal dirigido a erradicar este flagelo.
Creo, en conclusión, que la respuesta está en la organización local, la comunidad tomando iniciativas de educación y vigilancia. No se trata de perseguir, se trata de hacerle ver a quien nos agrede que sentimos su agresión y que nuestra intención es construir un sentido de comunidad colaborativa, sensible a las expectativas antes expresadas de un espacio común que contribuya a nuestra calidad de vida. El cambio es posible.
José Ramón Merentes
Politólogo, activista DDHH
joram3000@hotmail.com
martes, 15 de junio de 2010
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