El periodista es el practicante virtuoso de la ética y el ejercicio de esta, solo es posible en un ambiente de libertad. Es además, un explorador incansable de anillados mundos en búsqueda del necesario tesoro de la verdad. El periodista debe convertirse en maravilloso diapasón, donde resuene, cante o llore, la voz de aquel, que por alguna razón histórica o humana, no tiene voz; El periodista debe ser un amplificador sublime, para que el sentir; a veces quejumbroso, o a veces alegre del pueblo, se eleve hasta donde deba ser oído, para que sea respetado y se transforme en soluciones.
El periodista es un constructor de humanidad, y por tanto, de historia. El, es un agricultor enamorado de la palabra, la que lloviznada de azules adjetivos, ora chubasco, ora tempestad, hace que el atemporal campo de la realidad, se llene de rumores, de gritos, de risas, de infinitas cosas, de amarillos y maduros frutos para cosechar. El periodista con su herramienta necesaria de la posteridad, puede cultivar conscientemente íngrimas noches en el olvido, o puede sembrar luminosos vuelos en el infinito cielo de la eternidad, la que con melodiosa voz, le susurrará su nombre al tiempo, para que le transfigure a su vez, en infinito vuelo. El periodista permite que la bandera telúrica del pueblo olvidado, el pueblo sin voz, siempre amenazada por la septentrional brisa del silencio, ondee orgullosa, señera, vertical. El periodista llena de luz, al nocturnal silencio para derrotar así, a los cancerberos anillos de seguridad que secuestran la verdad, esa que liberada, debe transformarse en encendida espada y accionar en dinámica portentosa, para estrenar un mundo donde reine verdaderamente; la justicia y la felicidad suprema del hombre. El periodista es el juglar enamorado de la ética.
Rafael Ledezma
ledezmar@cantv.net
jueves, 10 de junio de 2010
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