No me da ninguna pena confesar que no solo una vez, sino muchas veces durante mi niñez me bañé en el río Guaire.
Para los años de 1.935 a 1.945 acostumbraba el Ministerio de Educación trasladar en autobuses oficiales a los alumnos de los colegios de Caracas una vez a la semana al balneario que existía en la "Majada", una casona con parques infantiles y pozos de agua limpia cercana a la unión de los ríos San Pedro y Macarao, hoy día "Las Adjuntas".
Los muchachos que no estaban en colegios iban a los bajos del puente La Paz –hoy avenida O’Higgins- donde aprovechaban además de bañarse en las cercanías del Hospital Pérez Carreño de cortar sus pedazos de caña de azúcar en las orillas del río que lindaba con la Hacienda La Vega.
La juventud mayor de los lados de Santa Teresa se atrevía a pasar de Quinta Crespo a Puente Bolones a través de las siembras de los chinos que dominaban esas sabanas; corriendo el riesgo que los paisanos de Mao-Tung les dispararan con sus llamados tiros de sal -que nunca conocí- utilizados por los orientales para custodiar sus hortalizas.
La limpieza y aseo del cauce del río hacían la vida de nosotros los caraqueños más placentera y debo hacer notar que no se acostumbraba eso de hacer sancochos ni tomar caña en sus orillas, lo cual era beneficioso para conservar sus alrededores con su naturaleza original.
Añoro que tanto nuestro presidente como la ingeniera Faría, jefa del gobierno de nuestra ciudad, puedan cumplir su promesa de que limpiarán mi río y Caracas cambie grandemente al eliminarse la gran cantidad de cloacas y basuras que hoy lo bordean.
Para que sea posible cumplir mi pedimento hace falta la voluntad de hacerlo, pues estoy seguro que los medios para lograrlo existen.
Norman Rodríguez Martínez
Residente de San Bernardino
norman.rodriguez@gmail.com
martes, 15 de junio de 2010
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