martes, 24 de abril de 2012

Fines de mundo


Por razones de trabajo, actualmente vivo en una zona playera del Oriente del país, y ya para el Miércoles Santo, al mediodía, no había puesto en el estacionamiento de la localidad, por lo que tuve que ingeniármelas con el vigilante para que me garantizara un sitio donde parar mi carro las veces que me atreviera a moverlo. Desde allí se veía hacia el área de la piscina de un prestigioso hotel privado, y se oía claramente el alboroto del grupo de animación contratado con sus "rolitranco" de cornetas para describir cualquier cosa referente a chistes. Así fueron todos los días desde las 10 am hasta las 7 pm, incluso el Jueves Santo. No hubo cuidado por la Ley Seca, pues me acerqué la noche del viernes al restaurante para cenar con una copita de vino tinto y me dijeron que no me la podían servir, pero que me podían vender la botella para que me la llevara.
A pesar de estar catalogado como uno de los mejores del país, esa noche me di cuenta de que en el hotel no había una capilla, que debería ser obvio tenerla, dada la religión preponderante en nuestro país y dada la categoría del hotel. No colocaron ningún símbolo alegórico a la Semana Santa, por ejemplo un Nazareno, que no significa ningún gran esfuerzo. Lo peor es que ni siquiera había un volante alusivo puesto en la recepción, como debería ser, donde informaran dónde se celebrarían las misas en la ciudad, un detalle tan agradable. Es decir, ningún matiz alegórico a la santa fecha por ninguna parte de ninguna manera. De día, lo que se veía desde mi ventana era gente en cantidad con cara seria copando todas las sillas, escribiendo y leyendo en teléfonos celulares, y el resto paseándose por todas partes como autómatas, todos con el traje de baño puesto, cual más vistoso, en sandalias y descalzos, y las mamás con envases, juguetes, tobos y niños halados por los brazos, apuradas por llegar al mismo sitio donde estaban en medio de aquel ruido ensordecedor. Toda una escena donde el común denominador era una especie de afán por vivir algo que no sabían qué era, típico del vacío que deja la falta del espíritu enriquecido, un modus vivendi que estamos dejando pasar, un espíritu sin El Nazareno. Fines de mundo, como decía mi tía Lourdes.
José Durabio Moros
Ingeniero
josedurabio@gmail.com

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