jueves, 10 de marzo de 2011

¡Cuidado, hay niños viendo!

Hace pocos días recibimos la enésima denuncia de actos que discriminan por la orientación sexual. El caso ocurrió en el Sambil de Chacao. Y se trata de dos muchachas quienes fueron llamadas a la oficina de seguridad del centro comercial, regañadas, intimidadas y acompañadas hasta la salida, expulsadas como presuntas delincuentes cogidas in fraganti, tanto por el personal de vigilancia de dicho establecimiento como por agentes de la policía de Chacao...¡por caminar agarradas de la mano!
El desagradable incidente sometió a sus víctimas a momentos de angustia y frustración, amén de que fueron amenazadas presuntamente por los funcionarios policiales de ser detenidas “si lo volvían a hacer”. Y todo esto ocurrió con la supuesta justificación de que se trata de un lugar “de esparcimiento familiar”.
Parece que los y las niñas venezolanas no pueden saber que hay personas distintas pero con los mismos derechos; que eso les traumatizaría, al enseñarles que la mayoría no es mejor que algunas minorías. Que ser heterosexual no significa ser superior o mejor sino simplemente parte de la diversidad humana. “Es nuestra cultura”, o “¿Qué le vamos a hacer?, ¡si este es un país machista!” Y después de afirmar ese machismo, la gente se queda como si nada. Como si fuera algo legítimo o inofensivo.
Por otro lado, la expresión legítima de la propia condición y el libre desenvolvimiento de la personalidad son derechos constitucionalmente protegidos. Y esta protección incluye a las personas homosexuales y las expresiones de afecto entre personas del mismo sexo. No vale como excusa para su privación arbitraria eso de que “a la gente le incomoda”. No existe un supuesto “derecho a la intolerancia”, que se expresaría como “tengo derecho a que otras personas no hagan lo que a mí no me gusta ver”. Dicho corto: las personas homosexuales tienen en Venezuela los mismos derechos que las demás y nunca puede limitarse el ejercicio libre de un derecho, bajo ninguna circunstancia. Pero, en lugar de reconocer esa verdad de Perogrullo, preferimos quedarnos en nuestra zona de confort que es no esforzarnos en comprender la diversidad. Es más fácil juzgar desde la superioridad que me da ser parte de la mayoría.
Todos los derechos tienen el mismo valor, la misma importancia y la violación de cualquiera de ellos es igualmente grave, pues pone en peligro a los demás derechos. Ese es el sentido y propósito de los principios constitucionales de interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos. No se puede disfrutar más de unos que de otros. Todos importan igual. Y deben ser disfrutados por todas las personas.
José Ramón Merentes
Politólogo, activista de Derechos Humanos, habitante de Campo Alegre.
joram3000@hotmail.com.

1 comentario:

  1. Te felicito por tus palabras. Yo quisiera ser parte de esa lucha por los derechos de mi sexualidad. Es triste ver como los venezolanos derrochan energia en envidiar el amor de los demas. Cual es el problema si son dos mujeres amandose y dos hombres besandose? Por que el temor a lo extrano? Ojala supieran que en tiempos de la antigua grecia, es
    e tipo de amor, era mas puro que el creado por parejas heterosexuales. Te felicito nuevamente y agradezco tu valor.

    Arianna M.

    ResponderEliminar