jueves, 1 de marzo de 2012

La ruta de la cultura caraqueña

Tenía 15 años (1945) cuando mi padre me dio permiso para que pudiera trabajar como mensajero en la empresa El Almacén Americano.
Los encargados de esta empresa eran el señor William Phelp hijo (Billy Phelp), presidente y creador de la clasificación de aves en Venezuela, y el vicepresidente era Don Ricardo Espina, de los cuales recibía -casi todos los días- enmiendas o facturas para ser entregadas con prontitud.
Empezaba mi recorrido, algunas veces, entre las esquinas de Marrón y Cují donde se encontraba Seguros Caracas, su oficina estaba en el segundo piso, allí le entregaba documentos al poeta Aquiles Nazoa, al doctor Carlos Irazábal, a Juvenal Herrera y a Kotepa Delgado, escritores del diario humorístico, satírico y político El Morrocoy Azul.
Bajaba a la esquina de Monroy y entraba en la compañía Publicidad ARS que presidía Carlos Eduardo Frías, allí le dejaba correspondencia al célebre escritor cubano Alejo Carpentier, ganador de un premio Nobel de Literatura, quien vivió su exilio en Venezuela; recuerdo que en una ocasión estaba de visita en esta empresa el poeta Pablo Neruda.
Neptalí Reyes y el escritor venezolano Miguel Otero Silva me fueron presentados por Carpentier. Después de esta visita continuaba mi camino y en la esquina de Traposos entregaba documentos a la empresa El Cojo Ilustrado, donde trabajó mi padre José Cupertino Rodríguez. Llegaba a la esquina de Sociedad y cruzaba para Gradillas, entraba al diario El Universal y le entregaba alguna factura o misiva al doctor Luis Teófilo Núñez, director del periódico, o para el doctor Pascual Venegas Filardo, jefe de Redacción.
Luego iba al diario La Religión, que quedaba de Gradillas a Torre y las misivas eran para monseñor Nicolás Navarro o para el padre Jesús María Pellín, dignos prelados venezolanos. Atravesaba la Plaza Bolívar y subía al segundo piso del edificio Rialto, sede de las oficinas del diario del pueblo Últimas Noticias y ahí la entrega era para don Pedro Veroes o Víctor Simone de Lima, quienes fueron directores de este diario. Subía a la esquina de Tienda Honda, donde en una oficina del Inos trabajaba el novato pintor Manuel Quintana Castillo; seguía al callejón del Abanico, dejaba encargos al músico Vicente Emilio Sojo con sus reconocidos bigotes. La próxima parada era de Abanico a Canónigo donde vivía el pintor Osvaldo Vigas.
Pasaba por la esquina de Crucecita donde cumplía mi trabajo entregando correspondencia a Carmen Urbina de Martínez, esposa del periodista que más tarde fuera director de Últimas Noticias.
Finalizaba casi siempre el día en la esquina de Veroes, adonde cerca de las 4 pm llegaban a su diaria reunión, en la esquina Sur Oeste, el periodista Pedro Sotillo; Lucas Manzano, de la revista Billiken; Mariano Picón Salas. Mi padrino Marcos Castillo, y un educador de apellido Paz Castillo y también estaba don Nerio Pérez Pisanti. Hoy evoco a esos dos grandes directivos del Almacén Americano y sus relaciones con la crema de la cultura venezolana y doy gracias a Dios por la oportunidad de conocerlos a todos.

Norman Rodríguez
San Bernardino
norman.rodriguezmartinez@gmail.com

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