martes, 16 de agosto de 2011

El pran nuestro de cada día

Cada amanecer en nuestra gran Caracas representa una novedad. Las múltiples noticias que se derivan de su seno compiten con otros estados que también tienen lo suyo, y no vacilan en disputarse las primeras notas producto de la compleja cotidianidad.
Es así, que se hace casi imposible no invocar una protección a la hora de salir del hogar. Cada quien según su creencia, fe, o religión.
En caso de los católicos es el Padre Nuestro, la oración matutina compañera de los que salen de su hogar en procura de un nuevo día para la satisfacción personal y la esperanza de lograr sus sueños que, a veces, por ciertas circunstancias, se truncan en el camino por los imponderables que consumen el día de los ciudadanos.
En este sentido, el pran nuestro de cada día que nos agobia lo encontramos en la calle, en la esquina, en la escalera, en la avenida, en la autopista o en cualquier lugar insospechado.
Este pran estaría conformado por un conjunto de situaciones, cuyo desarrollo involucra a todo el que hace vida en esta ciudad. Este término estaría representado por las Protestas, la Rebelión, la Anarquía y la Nada.
Las protestas ocurren a cualquier hora del día, en cualquier espacio, muchas veces con escasos participantes, pero con un impacto tan contundente que, pareciera que toda la ciudad estuviera inmersa en el acontecimiento. Lo que se traduce en pérdidas económicas y de tiempo para los sorprendidos conductores y transeúntes.
La rebelión de los sin voz, quienes se arman de pancartas, imágenes y objetos diversos para llamar la atención de las autoridades responsables de sus demandas. Donde hombres, mujeres, jóvenes y niños acompañan estas quejas que forman parte del panorama rutinario de la ciudad.
La anarquía parece merodear por estas calles. Se nota el desorden y la confusión. Si usted se fija en el rayado peatonal de líneas horizontales, de color blanco, difuminado por el sol, las pisadas y la falta de retoque nota que éste languidece por falta de uso por parte de los peatones. Se puede calcular que de cada veinte personas, sólo cinco utilizan esta señal.
Asimismo, en la cadena de obstáculos encontramos árboles caídos, aceras intransitables, calles con huecos, motorizados, taxistas y buseteros mal estacionados; desperdicios sólidos apilados y amigos de lo ajeno.
Y como última letra del vocablo pran, parece que nada sería lo adecuado. No pasa nada. Ni desde lo público, ni de lo privado. No observamos las medidas correctivas con la prontitud necesaria.
En verdad, no se percibe cambio alguno en los ciudadanos. Se observan algunas iniciativas, a las que auguramos éxito por el bien de todos. Las autoridades tienen competencia en el asunto. Soñemos con una ciudad limpia, ordenada, con seguridad, calidad de vida y bienestar.
Hay que cambiar lo negativo por lo positivo. Otro pran, pero de paz, responsabilidad, autoridad y nacionalidad. Y como decían los griegos hace muchos años: Hay una sola forma de hacer las cosas: BIEN.

Dulce Carpio
Socióloga. Hab. de Chacao
dulcecarpio@gmail.com

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