Los altísimos niveles de inseguridad que se registran a diario en Caracas y en todo el territorio nacional deberían ser el tema principal en el consejo de ministros y en la Asamblea Nacional.
Es inaudito que nuestro mandatario nacional en sus repetidas cadenas haga caso omiso y oídos sordos a este tema tan fundamental para el desarrollo de nuestro país. Lamentablemente la solución no ha sido cambiar de ministro de Interior y Justicia. Lo que se ha percibido durante todo este período en el que la delincuencia, organizada y no organizada, ha agarrado el mayor auge de todos los tiempos, es cambiarle los nombres a los planes de seguridad que se anuncian y donde los primeros en caer a manos del hampa son los encargados de ejecutarlos.
La intención principal de este texto no es restarle méritos a los organismos encargados de velar por la seguridad e integridad de los ciudadanos, sino de hacer un llamado de emergencia porque estamos siendo dominados y gobernados por delincuentes que están muy bien armados en las calles, con armas tan potentes que ni los mismos organismos policiales pueden enfrentar.
La pregunta clave es ¿A quién le compete la solución de este problema tan grave que enfrentamos hoy en día? La Policía Metropolitana tiene sus días contados y ya no se ve en las calles; los guardias nacionales bolivarianos que están asumiendo esta responsabilidad están para ser mirados como una alerta, pero no pueden realizar ningún movimiento sin autorización; y la Policía Nacional Bolivariana está localizada en las parroquias más peligrosas de Caracas (Antímano, Catia, Petare).
La delincuencia tiene tomada las calles, avenidas, centros comerciales, restaurantes, bulevares, ¿díganme ustedes donde no hay delincuentes? Nuestros gobernantes están muy ocupados en dos temas fundamentales para ellos: El Imperio y el 26 de septiembre. Todos ellos y sus familiares más cercanos cuentan con un dispositivo de seguridad personal para movilizarse, y sin embargo, sus escoltas son abatidos en atracos para quitarle los armamentos que portan y las fabulosas motos que tienen. ¿Y al ciudadano común y silvestre quién lo protege, a parte de Dios? Tiene que arriesgar su vida para madrugar y salir a trabajar todos los días para mantener a su familia; no puede ir a un centro comercial a distraerse, ni trasladarse en Metro, ni en autobús, ni en taxi, ni a pie porque no sabe en que momento del día, ni en que lugar habrá un secuestro, un atraco o un enfrentamiento entre bandas. Lamentablemente no estamos seguros ni en nuestras casas.
Basta leer todos los días la prensa, oír la radio o ver la televisión. Los medios no pueden cubrir todos los hechos ocurridos a diario porque sería vislumbrar lo peligrosa que está Venezuela.
Señor Presidente, señor ministro de Interior y Justicia y señores de la Asamblea Nacional el clamor nacional es ¡seguridad ya!
Keyna Cáceres
TSU en Turismo, taxista
Hab. de la Urb. Bicentenario (Km 5 de la Panamericana)
keyna_c@hotmail.com
jueves, 19 de agosto de 2010
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